La visita del cartero era, hasta hace poco, un acontecimiento en el hogar. Hay un poema de Manuel Gutiérrez Nájera que comienza así:

— Abre la puerta, portero,
Que alguno tocando está.
— Es el amigo cartero.
— En su gran bolsa de cuero,
Mi buen amigo el cartero
¿Qué traerá?

El cartero dejaba todo tipo de noticias: buenas, malas, lejanas, insospechadas. Pero la peor de todas era la negativa que nos daba cuando se le preguntaba por una carta esperada que había tardado mucho en llegar. Ahora todo lo sabemos casi de inmediato. Basta una llamada telefónica o un mensaje de correo electrónico para que sepamos lo que tenemos que saber sin mayor tardanza y sin ningún misterio.

(Caderneta)

Todavía en el siglo anterior había algo heroico en la labor de los carteros. Tenían que cruzar océanos, cordilleras, desiertos para entregar las cartas que cuidaban con celo. El uniforme que llevaban les daba una dignidad semejante a la de los soldados. Enviar una carta de México a Europa suponía un proceso complejo y organizado en el que participaban decenas de personas y vehículos. El autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry viajó por todo el mundo como piloto de aviones de correo.

Pero no todos los carteros eran tan distinguidos como Saint-Exupéry. El que atendía mi casa cuando era niño era un desastre. Agarraba la botella y se desaparecía por varios días. Dejaba su “gran bolsa de cuero” en la peluquería de la esquina y hasta ahí teníamos que ir para buscar las cartas. Mi padre, desesperado, contrató un apartado postal en la oficina de correos más cercana. A mí se me encargó la tarea de ir diario a revisar qué había llegado al apartado, que era un pequeño casillero con llave (lo que los ingleses llaman pigeonhole). Me convertí, de esa manera en el pequeño cartero de la familia. Cuando mi padre llegaba del trabajo lo primero que me decía, antes de cualquier otra cosa, era “¿fuiste al correo?”

Es posible que en un futuro próximo ya no existe el correo tal y como lo conocimos en el siglo anterior. Será muy raro que recibamos alguna comunicación entregada en mano. Todo o casi todo se enviará por el teléfono o la computadora. Y en vez de “amigos carteros” que entreguen cartas y paquetes a domicilio habrá drones que los dejarán caer desde el cielo.
El fin del servicio postal también dará un golpe muy duro a la filatelia.
Los niños de antes coleccionábamos estampillas postales o “timbres” como les llamábamos. Había que buscarlos o comprarlos. Lo primera opción era más interesante. Había que convencer a los adultos para que regalaran los sobres de sus cartas. Se recortaba la estampilla del sobre y se ponía en agua para luego, con mucho cuidado, desprenderla del papel. Pero los timbres también podían adquirirse en las tiendas de filatelia que todavía existían en el centro de la ciudad. Se podían comprar bolsitas de timbres de varias cantidades, ordenadas por país o por tema; también había bolsitas misceláneas. El intercambio de estampillas era un asunto serio. El canje me dejaba inquieto porque siempre me quedaba con la duda de que había dado de más. Para asegurarse de que la transacción había sido justa había que estar al tanto del valor comercial de cada estampilla y eso ya suponía un nivel de coleccionismo que yo no tenía ni me interesaba tener.

Mi padre me compró un álbum norteamericano en el que se pegaban los timbres según su nacionalidad. Fue así como aprendí geografía e historia. Las estampillas se adherían a las páginas del libro con unos papelitos transparentes con pegamento que se llaman “charnelas”. Creo que mi colección de estampillas mexicanas no era mala; tenía casi completa la serie postal del siglo XIX. Pero también tenía algunos buenos timbres de otros países, colonias y dominios que presumía a mis amiguitos cuando me visitaban en casa.
Dejé de coleccionar estampillas cuando entré a la secundaria. Ahora guardo mi álbum en el rincón de un librero y muy de vez en cuando lo veo con cierta nostalgia. No me he deshecho de álbum porque he pensado que cuando esté muy viejo podría recuperar el hobby de mi infancia.

(FONTE: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=289053, 12 de diciembre de 2015)


OBS.: Imagens filatélicas adicionadas pelo Blog do Filatelista Temático, não constando da publicação original.

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